Comenzamos un nuevo año, mañana os cuento mi tradición desde hace varios para este día. Empiezo el año reflexionando.
No sé cuántas veces habré podido leer este cuento en la red, y siempre siempre siento una amalgama de sentimientos contradictorios.
Por una lado me niego a que mis alumnos sean así, no quiero "borregos" o "burros" que solo miren hacia adelante y hagan lo que yo les diga. ¿Dónde está esa capacidad de decidir, de ser libres? ¿Así van a ser críticos y conscientes, van a participar en la sociedad? No, no y no, me niego rotundamente.
También siento pena, por ese pobre niño al que no le han enseñado correctamente y porque pienso que desgraciadamente es una realidad de nuestras aulas.... ¿No sería más bonito la originalidad de un dibujo hecho libremente? Los dibujos de los primeros años de un niño son increíbles: imaginación, color, fantasía, colores que no son los reales......
Rabia por la maestra directiva, no puedo decir que es de la vieja escuela porque conozco profesores jóvenes que son un calco suyo, de mi promoción no creo que haya muchos como ella.
Ganas de conocer a su autora, leer sus libros..... Me imagino cada vez que lo leo un album ilustrado....
Y por último refuerza mi sentimiento de querer dar clase. Sí, soy maestra vocacional, nunca dudé de ello y desde que tengo uso de razón y me preguntaban qué quería ser decía: Maestra. Aún conservo cintas de cassette con grabaciones de mi voz "dando clase" a mis muñecos.
Os dejo el texto de Helen Buckley que me ha llevado a estas reflexiones:
“Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo:
Hoy vamos a hacer un dibujo.
Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados.
Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores.
¡Qué bueno! - pensó el niño, - me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.
Pero la maestra dijo: - Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo:
Hoy vamos a hacer algo con barro.
¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados.
Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar un plato.
¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Pero la maestra dijo: -Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.
Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.
Ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo:
Hoy vamos a hacer un dibujo.
Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.
Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo:
¿No quieres empezar tu dibujo?
Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer?
No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra.
¿Y cómo lo hago? - preguntó.
Como tú quieras contestó.
¿Y de cualquier color?
De cualquier color dijo la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo?
Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.”